(Artículo publicado en la revista Togayther. Autor: Lolo López)
‘Mariquita’, ‘maricón de mierda’, ‘bujarra’, ‘muerdealmohadas’… No había día durante mi etapa educativa obligatoria en el que no escuchara al menos alguna de estas palabras que, cuando van dirigidas a tu persona y de forma despectiva, te perforan por dentro y te ayudan a seguir odiándote por lo diferente que eres.
Esto, como a la mayoría de las personas que somos disidentes sexuales, no será ninguna novedad, pero lo malo es que tampoco lo es para las generaciones que han venido después de la nuestra, y eso que esta pluma solo tiene casi 25 años.
El problema fundamental de todo esto es que todavía seguimos sin incluir la diversidad humana en el sistema educativo, sigue siendo un tabú, y si se aborda, lo hacen entidades externas al centro educativo y de forma puntual. Así, las asociaciones LGTB+ que trabajan la diversidad afectivosexual, de género y familiar consiguen llevar a las aulas las realidades del colectivo. Este fue uno de los motivos que me llevó, hace ya 4 años, a meterme en el mundo del activismo, buscando poder reconciliarme con las cicatrices que esas dagas verbales me hicieron tiempo atrás.
Así empecé en DeFrente, colaborando en el área de educación: yendo a centros educativos a sensibilizar al alumnado. Jamás se me olvidará ese primer taller al que fui y todas las sensaciones que tuve. Volví a entrar en un instituto, etapa que odié y en la que más me repudié a mí mismo, y sentí de nuevo el miedo, la vergüenza, la ansiedad y los nervios que me provocaban los fantasmas de esos pasillos y esa sirena entre clase y clase. Sin embargo, cuando salí de ese primer taller sentí un calor que me reconfortó y me calmó.
Ahora, después de estos años, no solo he conseguido llegar al profesorado y a las familias. Estos dos sectores de la comunidad educativa son a los que más ha costado llegar para que sepan que las personas LGTB+ necesitamos su apoyo, sobre todo cuando nos sentimos aisladas y discriminadas en las aulas; porque ‘maricón’, ‘machorra’ y derivados no son solo una forma de hablar entre jóvenes. Esas palabras, casi siempre dichas desde la ignorancia, son las que en un futuro se traducen en agresiones o en palizas.
Así, solo puedo decir dos cosas: que he encontrado mi pasión, y que la educación es fundamental para poder vivir en un mundo un poquito más justo.
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